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¿Hace la certificación sostenible de fincas una verdadera diferencia?

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Por Ana Paula Tavares y Andre de Freitas

Publicado originalmente en GreenBiz

La certificación independiente hecha por terceros ha crecido de manera formidable desde 1993, cuando Rainforest Alliance certificó la primera plantación de banano bajo las normas de la Red de Agricultura Sostenible (RAS).

Las normas prohíben la transformación de bosques u otros ecosistemas naturales en tierras de cultivo, protegen a los trabajadores y la vida silvestre, y regulan el uso de químicos y otras prácticas agrícolas. Actualmente el sistema cubre a más de un millón de productores en fincas certificadas Rainforest Alliance, la mayoría de ellos pequeños productores, y abarca más de 100 cultivos en un total de 7.4 millones de hectáreas (aproximadamente el tamaño de Suiza) en 42 países.

No es una exageración afirmar que la certificación ha transformado la forma en que muchos cultivos son producidos en los trópicos; pero no es la panacea ni esa ha sido su intención. A medida que su alcance se incrementa, la certificación acumula una impresionante lista de impactos positivos, sin embargo los problemas y las prácticas que aún no ha logrado transformar también salen a la luz.

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Recientemente, la RAS y Rainforest Alliance lanzaron su Reporte de Impactos, el primero que evalúa los impactos del sistema de certificación durante los últimos cinco años. En él se documenta cómo las fincas certificadas adoptan rápidamente prácticas sostenibles y siguen mejorando a través del tiempo. Incrementan el rendimiento de sus tierras utilizando métodos sostenibles, mejorando la calidad del producto y la productividad. Las fincas certificadas perciben ingresos más altos, tienen una población infantil mejor educada, menos deforestación, más árboles y biodiversidad, más resistencia al cambio climático, suelos, agua y ecosistemas más saludables.

Por ejemplo, fincas de cacao certificadas en Costa de Marfil y fincas de café certificadas en Perú registraron una producción por hectárea de 1,5 a 2 veces más elevada que las fincas no certificadas, y tuvieron ingresos netos más altos (29% más altos en Costa de Marfil).

En El Salvador, las fincas certificadas no solo tienen una mayor biodiversidad en términos de especies de aves migratorias que las fincas no certificadas, sino que tienen el mismo número de especies con las mismas tasas de supervivencia que un bosque natural. En Kenia, cuando una finca de té certificado restauró las plantas nativas a lo largo de un río seco, el agua volvió, literalmente volviendo el río a la vida.

Pero el reporte también revela áreas problemáticas persistentes, como el manejo de agroquímicos y el desperdicio o proporcionar opciones de vivienda adecuadas a los trabajadores de ciertos cultivos y en ciertas regiones. Se demostró que cuando las fincas certificadas fallan en el cumplimiento de alguno de los criterios de la Norma RAS, la mayoría del tiempo ese problema es corregido (fincas de té en el Este de África corrigieron un 83% de las fallas; las de cacao en el Oeste de África un 64%; las de café en Centroamérica un 57%; las fincas de banano en Centroamérica un 82%)

¿Por qué no un 100%? Es más, ¿Por qué hay incumplimientos del todo? La certificación no asegura la perfección. Es un sistema de pesos y contra pesos que premia la mejora de las prácticas y al mismo tiempo identifica y corrige las que no son sostenibles. A medida que se extiende globalmente mejora el desempeño de más fincas, pero es inevitable que se enfrente a casos de malas prácticas que requieren tiempo para ser erradicadas.

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Algunas malas prácticas está profundamente arraigadas, otras surgen por condiciones endémicas como la pobreza generalizada y la tradición de mantener el trabajo infantil en pequeñas fincas familiares del Este de África. Otras quizás tienen que ver con la falta de recursos o de acceso al crédito.

Por naturaleza, la certificación es un proceso iterativo que lleva a los productores por un largo camino de mejora continua. De esta forma la Norma RAS es continuamente revisada. A finales del año anterior, por ejemplo, se fortalecieron los criterios de capacitaciones y seguridad, los mecanismos de reclamo y la lucha contra el trabajo infantil.

La Norma RAS es revisada y editada periódicamente, su nueva versión mejorada será publicada en el último trimestre de este año. Esta vez será más enfocada en resultados y en los requerimientos sociales y ambientales, además de ayudar a los productores a priorizar las mejoras.

La RAS también modificará el sistema de verificación y auditoría, utilizando análisis de riesgo para mejorar la supervisión donde más se necesita, y nuevas tecnologías como el uso de imágenes satelitales para recopilar mejores datos a costos más bajos. Esto mejorará el cumplimiento de las fincas ya certificadas y reducirá las barreras para la entrada de más fincas al sistema.

Actualmente las fincas que son certificadas Rainforest Alliance bajo la Norma RAS producen más del 15% del té mundial, 13,6% del cacao y más del 5% del café y el banano. Pero, ¿qué pasa con el resto de los terrenos agrícolas en el mundo? 3,7 billones de hectáreas son tierras cultivadas, más 1,2 billones de hectáreas que son terrenos agrícolas degradados, en su gran mayoría abandonados y que podrían volver a ser fértiles. Eso es aproximadamente el doble del área total de tierra agrícola certificada.

Claramente, la certificación por sí sola no será suficiente para devolverle la productividad a esa tierra, pero sigue siendo una herramienta valiosa: prueba que es posible aumentar el rendimiento de los campos agrícolas usando métodos sostenibles, que es precisamente lo que tenemos que tenemos que hacer para satisfacer la demanda alimentaria y alimentar a 9 mil millones de personas para mediados de siglo sin canibalizar los bosques u otros ecosistemas. Pero para mover a todo el sector agrícola hacia la sostenibilidad, la certificación y sus principios debe ser integrada a otros enfoques.

Esos otros enfoques incluyen compañías que asumen compromisos de abastecimiento interno y auditoría de su cadena de suministros, lo que les ayuda a mejorar sus prácticas de proveeduría y a demostrar el valor de la invertir en sostenibilidad.

Chiquita, por ejemplo, trabajó con Rainforest Alliance para mejorar las prácticas en fincas suplidoras, invirtiendo $20 millones en un período de 9 años. La inversión se pagó a sí misma ahorrándole a Chiquita aproximadamente $9 millones anualmente por el uso reducido de pesticidas y el reciclaje, además de la recuperación de más de $200 millones de negocios perdidos.

Pero las auditorías de las cadenas de suministros en corporaciones también tienen limitaciones y no son suficiente para globalizar las prácticas sostenibles. Las cadenas de suministros corporativas tienden a priorizar los problemas ambientales a expensas de los laborales, además de reducir el papel del gobierno en favor del auto-control corporativo.

El fortalecimiento de la regulación, inspección, extensión y los programas de capacitación gubernamental continúa siendo una de las piezas faltantes en el rompecabezas de la agricultura sostenible. La certificación no es sustituto de la participación gubernamental: son fuerzas complementarias. Idealmente, las buenas prácticas definidas por la certificación deberían influenciar las políticas públicas y los programas gubernamentales, y los funcionarios de extensión del gobierno deberían ser entrenados sobre buenas prácticas para luego difundirlas.

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Rainforest Alliance y los socios RAS trabajan con gobiernos nacionales y locales en países productivos, estableciendo enlaces con esfuerzos de certificación locales, la banca y las aseguradoras. Juntos pueden fomentar programas de capacitación, incentivos para bajar los costos, ayudar a los pequeños productores a acceder a crédito y financiamiento, y promover prácticas sostenibles. Pero necesitamos más formas de involucrar a los gobiernos.

También debemos dar una mirada integral a todo el paisaje de la sostenibilidad, más allá de fincas particulares o grupos de fincas. Para que comunidades y estilos de vida sean sostenibles, deben ser parte de una red de fincas, medios acuático, los bosques y otros ecosistemas gestionados de forma sostenible.

Ninguno de estos enfoques eliminará las prácticas insostenibles en billones de tierras agrícolas del mundo por arte de magia, pero eso no debe detenernos de usar las herramientas que tenemos para hacer frente a incluso las áreas más problemáticas de la agricultura, y trabajar para encaminar a todo el sector en una ruta de sostenibilidad.

Después de todo, esto no es un experimento de laboratorio que podemos conducir en áreas con condiciones favorables. La agricultura es la actividad humana que produce más impactos en el planeta, sin excepción.

No podemos darnos el lujo de reducir los imperativos de la sostenibilidad para que se ajusten a las conveniencias o limitaciones de la industria, los gobiernos e incluso los regímenes de certificación. Tenemos que unirnos para trascender esos imperativos y hacer que la agricultura global se ajuste a los límites no negociables de sostenibilidad establecidos por el planeta.

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