Por Brittany Wienke, Communications & Media Associate, Rainforest Alliance
Conduciendo a través de los caminos de tierra que atraviesan las zonas bajas en el oriente de Costa Rica, lo único que puedes ves por millas y millas son las anchas hojas de las plantas de banano. Por casi 100 años, los bananos representaron la divisa principal de este país – el cultivo que marcaba el éxito o el fracaso para algunas compañías, por el cual los trabajadores subsistían y una fuerza movilizadora detrás de la infraestructura y el desarrollo.
Pero por gran parte de esos 100 años, las fincas de banano en América Latina fueron infames por su indiferencia hacia el bienestar de sus trabajadores y del medio ambiente. A través del siglo XX, la expansión fue la prioridad de la industria bananera, con muy poca consideración por cómo ese crecimiento impactaría el paisaje local y a sus habitantes. Los pasos de agua se obstruyeron con las bolsas plásticas usadas para proteger los racimos de plátano – o peor aún, las bolsas eran quemadas. A los trabajadores se les negó su derecho a organizarse y sus salarios eran bajos. El uso de agroquímicos dañó el suelo, el agua y amenazó la salud de los trabajadores. Las compañías continuaron deforestando para abrirle camino a más plantaciones de banano.
Al principio de los 90, Rainforest Alliance decidió hacer algo para cambiar el modo de pensar y operar de la industria bananera. Chris Wille, uno de los fundadores de Rainforest Alliance, y otros miembros del equipo, escribieron Eco-OK, la primera iteración de la certificación Rainforest Alliance para fincas. Aunque el nombre del programa de certificación ha cambiado en los últimos 25 años, los principios medulares de la norma se mantienen: proteger los ecosistemas, la vida animal y a los trabajadores.
Durante los años 90, Wille convocó a una reunión con productores de banano en Costa Rica, que amablemente escucharon sus ideas de un futuro más sostenible. La mayoría pensó que sus ideas eran muy ingenuas o demasiado costosas para ejecutar. Pero algunos productores independientes, junto a Chiquita, una de las compañías representadas en la reunión, pensaron diferente. Ellos vieron potencial de la certificación y decidieron trabajar con Rainforest Alliance para implementar más prácticas sostenibles y certificar las fincas que cumplieran los rigurosos criterios de responsabilidad social y ambiental establecidos en norma de la Red de Agricultura Sostenible (RAS).
Mucho ha cambiado desde aquella primera reunión. Durante una gira reciente a una finca de banano certificada en Costa Rica, los beneficios de la certificación resultaron evidentes desde una perspectiva social, ambiental y económica. Los arroyos de drenaje corrían limpios y estaba llenos de peces y plantas marinas, además las bolsas plásticas que alguna vez obstruyeron los pasos de agua ahora son desviadas al centro de reciclaje. Debido a las medidas tomadas para mantener un suelo fértil, tales como el manejo manual de la maleza, el aumento de la cobertura en el suelo para evitar la erosión y aplicaciones regulares de materia orgánica, la finca necesita muy poca renovación y las plantas antiguas continúan produciendo a buen nivel a lo largo de los años. Las aplicaciones limitadas de agroquímicos ayudan a proteger el suelo y la salud de los trabajadores, además de las instalaciones de duchas y lavandería que facilita la limpieza de cualquier residuo químico del equipo de protección o de la piel. Los trabajadores de esta finca reciben salarios que están por encima del mínimo y sus casas son limpias y están rodeadas de flores y árboles frutales.
A pesar de que no ha sido fácil para las compañías cumplir de forma integral la norma de la Red de Agricultura Sostenible, las mejoras e inversiones hechas en las fincas traen beneficios de muchas formas distintas. Chiquita, como ejemplo, ha descubierto que la productividad en muchas de sus fincas ha incrementado mientras que los costos operacionales se han reducido y la compañía ha sido reconocida por su compromiso con las prácticas sociales y ambientales responsables. Mientras tanto, cientos de productores de banano continúan incorporando mejores prácticas en sus fincas alrededor del mundo.
Si consideramos que los bananos son el cuarto cultivo más grande del mundo en términos de producción y que cada año se exportan diez billones, el alcance de esta tendencia sostenible adquiere relevancia. El movimiento hacia una producción responsable de banano, liderado por Rainforest Alliance y la Red de Agricultura Sostenible, se pone más dulce cada año.
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